
La clase media argentina atraviesa un proceso de transformación profunda, marcado por la pérdida de poder adquisitivo, la fragmentación social y la erosión de los mecanismos tradicionales de movilidad ascendente, principalmente la educación.
Así lo reveló el informe “Esperando la Carroza: la ‘Clase Media Mafalda’ se diluye”, elaborado por la Fundación Pensar y Casa Tres, con la colaboración de Guillermo Oliveto y Mora Jozami. El estudio, basado en una encuesta nacional de 2.319 casos y datos oficiales del INDEC, muestra que la identidad y el bienestar de la clase media ya no se sostienen en los mismos pilares que durante gran parte del siglo XX.
“El mundo que el talento de Quino supo hacerle pensar, mostrar y cuestionar a la mítica Mafalda. Cuando los argentinos hablan de esa sociedad en la que ‘todos eran de clase media’, hablan justamente de aquellas imágenes”, estableció el informe, para explicar el concepto de “clase media Mafalda”.

En uno de sus párrafos, arroja una definición crítica sobre el presente: “La pérdida de poder adquisitivo se volvió el eje de la vida cotidiana: el 54% afirma que su capacidad de consumo es hoy mucho peor que hace un año”.
El informe, al que accedió Infobae, destacó que durante décadas la clase media argentina se consolidó como un sector homogéneo, con acceso a educación pública, salud y empleo formal. Este modelo, que llegó a abarcar al 75% de la población en los años setenta, cimentó la imagen de un país con alta cohesión social y movilidad ascendente.
Sin embargo, el trabajo del think tank del PRO que preside María Eugenia Vidal advirtió que ese ideal se ha resquebrajado. Hoy, solo el 43% de los hogares se ubica en la clase media según su nivel de ingresos, mientras que el 52% pertenece a la clase baja y apenas el 5% al sector más alto. La autopercepción, en cambio, sigue mostrando un sesgo: 29 millones de argentinos se consideran de clase media, aunque solo 20 millones cumplen con los requisitos económicos.
El estudio identifica una “mutación genética” en la clase media, que pasó de ser un grupo aspiracional y homogéneo a uno fragmentado y vulnerable. La nostalgia por la “clase media Mafalda”, símbolo de estabilidad y progreso, contrasta con la realidad actual, donde el 55% de los argentinos cree que la clase media se está achicando y el 41% siente que su situación económica es peor que la de sus padres.
El informe destacó: “Hoy, los argentinos sienten que la clase media está en retroceso, el 55% cree que se está achicando, sólo dos de cada diez que está creciendo y otros dos que se mantiene igual”.

El consumo, históricamente asociado al bienestar y la identidad de la clase media, también se ha visto afectado. El 63% de los encuestados afirma que debió resignar servicios o actividades habituales en el último mes, especialmente en ocio, indumentaria y vacaciones. La tendencia a consumir segundas marcas se consolida como estrategia de supervivencia.
El estudio señaló que “comprar duele” para muchos argentinos, y que el placer asociado al consumo ha sido reemplazado por la resignación y el sacrificio. “Durante el último mes, el 63% de los argentinos afirma que han tenido que resignar servicios o actividades que realizaban habitualmente”, destaca el relevamiento de la Fundación del PRO, partido que preside Mauricio Macri.
El informe introduce el concepto de “consumidor estoico”, que busca el equilibrio y la moderación en sus compras, pero advierte que la presión económica ha llevado a muchos a una lógica “sacrificial”, donde la privación reemplaza al autocontrol. Esta transición genera malestar, incertidumbre y cuestionamientos existenciales sobre el sentido del esfuerzo. El texto lo resume así: “En lo sacrificial hay sufrimiento y cuestionamiento. No alcanza con el esfuerzo, es necesario el sobreesfuerzo. Se la pasa mal. Es desgastante y agobiante”.

La educación, tradicional motor de la movilidad social, ya no garantiza ascenso económico. El 70% de quienes pertenecen a sectores bajos alcanzó un nivel educativo superior al de sus padres, pero no mejoró su posición socioeconómica. Solo el 40% de los jóvenes cree que puede “ser alguien” a través del estudio y el trabajo. El informe resaltó que “el diploma universitario colgado en la pared era más que un logro académico: era un certificado de identidad. Significaba que se había cumplido con la parte del trato. Que el esfuerzo había valido la pena. Hoy ese pacto está en crisis”.
El análisis de la estructura social muestra que, para ser considerado de clase media en Argentina, un hogar debe tener ingresos mensuales netos entre $2.000.000 y $6.500.000, lo que equivale a entre dos y cinco canastas básicas totales. Según estos parámetros, existen 7 millones de hogares de clase media, 8 millones de clase baja y menos de 1 millón de clase alta.
La “canasta de clase media” elaborada por la Fundación Pensar incluye no solo ingresos, sino también acceso a medicina prepaga, propiedad de la vivienda y educación privada para los hijos, lo que refleja una visión multimodal de la pertenencia social.

El informe compara la situación argentina con la de otros países. Mientras que en España y Estados Unidos la clase media también enfrenta presiones y fragmentación, en China y Perú se observa una expansión reciente, aunque con altos niveles de vulnerabilidad. En Brasil y Chile, la clase media creció pero depende del endeudamiento y es frágil ante crisis económicas.
En el plano local, la movilidad social descendente se ha vuelto una realidad. El 54% de los argentinos afirma que su capacidad de consumo es mucho peor que hace un año. La educación y el trabajo, que alguna vez fueron los principales vehículos de ascenso, ya no cumplen ese rol. El 60% de los habitantes del Área Metropolitana de Buenos Aires cree que la clase media se está achicando, y solo el 27% considera que está igual que antes.
El informe concluye que la clase media argentina, símbolo histórico de identidad nacional, se diluye y enfrenta el riesgo de perder su papel como sostén de la cohesión social y la democracia. La resiliencia demostrada en las últimas décadas se pone a prueba ante la persistencia de la inflación, la informalidad laboral y la falta de perspectivas de progreso. El desafío, según el estudio, es recuperar el sentido de la educación y el trabajo como motores de movilidad y dignidad, y evitar que la resignación y el sacrificio se conviertan en la norma para millones de argentinos.



















