
El fútbol argentino se ha ido poblando de leyendas. Y de hechos reales, que parecían surgidos de la ficción o de la imaginación. Pero lo ocurrido el domingo 4 de noviembre de 1990 en la cancha de Vélez Sarsfield fue increíble. Como para ir directo al libro Guinness. El partido entre el equipo local y San Lorenzo se suspendió a los 40 minutos del primer tiempo, por falta de balones…
Aquellas tardes de domingo eran maravillosas e irrepetibles, porque todos los partidos se disputaban a la misma hora. Uno iba a la cancha y la portátil era un acompañante imprescindible. La radio pegada al oído, inseparable, nos traía las novedades de los otros estadios, donde las emisoras más importantes, destinaban un periodista en cada una. Los goles llegaban desde las conexiones por medio de un grito, o un sonido, que ya conocíamos. Ahí nos quedábamos unos segundos alertas, para saber que había pasado y lo comentábamos con las ocasionales compañeros de tribuna
Quienes realizaron ese ejercicio en la calurosa tarde del 4 de noviembre del ’90, habrán sido mirados de reojo, porque nadie podía dar crédito a una noticia así. Primero era un rumor “parece que se quedaron sin pelotas en la cancha de Vélez”. Hasta la confirmación, más cercana al absurdo, que, al sentido común, pero que en nuestro querido fútbol siempre ha habido, y seguirá habiendo, espacio para lo inesperado.
Ese día se disputaba la 12° fecha del Apertura 1990, el primer torneo corto de la historia. Comenzó en agosto, en plena efervescencia por el sub campeonato en el Mundial de Italia, que había concluido apenas un mes antes. Fue un certamen muy parejo y, al comenzar esa jornada, River era el líder con 16 puntos, seguido de Rosario Central con 15, Newell´s, Argentinos Juniors y Ferro con 14. Los protagonistas del inconcluso partido, estaban un poco más retrasados: Vélez Sarsfield sumaba 12 y San Lorenzo 10
El árbitro de esa tarde era uno de los mejores del momento. De gran personalidad, largo recorrido y categoría de internacional. Juan Bava recuerda a la perfección lo vivido ese día, que no había comenzado de la mejor manera: “Fui a la cancha acompañado de un amigo. Cuando me presenté en la puerta de mi vestuario, el hombre que estaba allí me dejó pasar, pero a él no. Le indiqué que venía conmigo, y me preguntó si tenía entrada. Como no la tenía, me fui a comprar una. Había más de 100 metros de cola y ahí me puse. Un delirio (risas). Le gente me reconoció y comenzó a cantar por mí. Por supuesto hice toda la fila y se la compré”.
Luego de este momento tan poco habitual, ya dentro de su camarín, se iba a llevar otra sorpresa, como nos lo evocó: “Cuando llegué al vestuario me vino a ver Lelo García, que era el canchero de Vélez y me dijo: ‘Te voy a dejar solo cinco pelotas, cierro la utilería y me voy, porque cada vez que se va una a la tribuna, se las roban’. Yo dirigía por conocimiento, experiencia y sentido común. Nunca fui de darle demasiada bola al reglamento, donde estaba especificado que tenían que ser ocho”.
Había buenos jugadores en ambos planteles y, pese la posición en la tabla, era uno de los partidos más atractivos de la fecha. En el Fortín no estuvo el Pato Fillol por una lesión y el cuadro de Liniers formó con Miguel Salinas; Antonio Váttimos, Mario Lucca, Oscar Ruggeri, Horacio Bidevich; Jorge Acuña, Alejandro Mancuso, Oscar Acosta; Sergio Zárate, Ricardo Gareca y Esteban González, dirigido por Roberto Rogel. San Lorenzo puso en la cancha a Rubén Ruíz Díaz; Daniel Riquelme, Flavio Zandoná, Mario Ballarino, Alejandro Montenegro; Gustavo González, Fabián Carrizo, Luis Villarreal, Diego Monarriz; Víctor Ferreyra y Osvaldo Ozzán. El DT era Ricardo Rezza.
El partido se disputó con el estadio casi lleno. Ayudaba la tarde de sol pleno, denunciando más el verano por venir que la primavera que marcaba el calendario. Fue muy parejo y disputado en la mitad de la cancha, con pocas llegadas a los arcos. La más clara fue un remate de Jorge Acuña desde el borde del área, que Ruíz Díaz desvió al córner con una gran atajada.

Faltando cinco minutos para terminar el primer tiempo, nuevamente un balón se fue a la tribuna, como lo describe Bava: “Tuvimos la mala suerte que, a los 40 minutos, ya habían caído las cinco pelotas entre las populares y las plateas. Cuando miré al comisario deportivo, me hizo el gesto que efectivamente, no tenía más. Ruggeri se me acercó para seguir jugando porque se iban a enfriar y le contesté: ‘Sos un fenómeno, si no hay pelotas, con que querés jugar’ (risas)”.
Allí el nerviosismo comenzó a ganar a todos, mientras la gente cantaba, burlándose de la situación. Bava habló con los capitanes, solicitándoles que les pidiera a sus hinchas que las devolvieran. La espera del juez ya contabilizaba ocho minutos, cuando se produjo una situación clave, como él mismo recuerda: “De pronto, de la tribuna de San Lorenzo, mandaron una, pero abierta por un cuchillo, ahí me calenté y suspendí el partido. En cuanto entré al vestuario, empezaron a devolverlas y aparecieron todas. El jefe del operativo policial vino a convencerme para seguir, diciéndome que tenía 40.000 espectadores a lo que contesté: ‘Es un problema suyo. Además, si no puede controlar a cinco estúpidos que se las robaron, tiene que dejar la profesión’ (risas)”.
Los gestos del árbitro fueron claros, al cruzar los brazos por sobre su cabeza. El partido había terminado con tan solo 40 minutos de juego. Ingresó en su vestuario, que se fue convirtiendo en el epicentro de las negociaciones, aunque él tenía muy firme la decisión: “Se juntaron todos los dirigentes y de pronto uno me avisó que estaba Grondona en el teléfono, que fue clarito: ‘Escuchame Bava, si no volvés, te echo’. Le respondí: ‘No te hagas problemas, no hace falta que me eches, me voy solo y no vuelvo más (risas)’. Me fui para mi casa y en las radios me daban con todo”.
Pero ese día de locos no iba a terminar allí para Juan Bava. Aún le esperaba otro momento especial, aunque alejado del fútbol y cercano al arte: “Mi esposa trabajaba en la compañía de Plácido Domingo, con quien somos compadres y grandes amigos. Ese día ella estaba con una soprano, que estaba hospedada en el Sheraton, iba a actuar en el Colón y yo tenía que llevarla. Con todo ese lío, llegué tarde y aparecieron las recriminaciones de siempre, porque odiaba el fútbol, como la mayoría de las esposas de los árbitros. Estábamos en la habitación y sonó el teléfono. Era Plácido desde España que quería hablar conmigo. Estaba al tanto de todo: “¿Qué pasa Juanillo que en Argentina no hay pelotas?” (risas).
La AFA y el tribunal de disciplina, luego de varias reuniones, decidieron que los 50 minutos restantes debían jugarse en una fecha a determinar. Finalmente se fijo el martes 11 de diciembre, también en cancha de Vélez, aunque en algún momento se especuló con hacerlo en campo neutral. Damián Saiz es uno de los hombres que más conoce de la historia de San Lorenzo. Hincha seguidor como pocos, tuvo asistencia casi perfecta en los partidos del Ciclón en las décadas del ’80 y ’90. Así evocó lo vivido en esas dos jornadas: “Del primer partido, me acuerdo perfecto que estábamos ubicados bien arriba, en el lugar que íbamos siempre en la popular visitante, que era la del tablero en aquella época. Vimos como caían algunas pelotas por el alambrado bajo, pero fue una enorme sorpresa que se suspendiera. Lo mejor fue en la reanudación, cuando la hinchada de San Lorenzo, tan creativa como siempre, esa noche llevó un montón de pelotas de plástico, que lanzaron todas juntas, y muchas quedaron en la red del techo del arco”.
Entre los dos encuentros, pasaron 37 días y cinco fechas del torneo Apertura. Vélez tuvo una racha muy positiva, de cuatro victorias y un empate, que lo dejaron en una buena posición en la tabla, a tres puntos del líder, Newell´s, con solo dos fechas por delante. Por eso la reanudación generó una expectativa importante. Por supuesto que el árbitro volvió a ser Juan Bava, pero en este caso, todo se desarrolló con normalidad. Fueron dos tiempos de 25 minutos cada uno, donde San Lorenzo esperó, jugando con la desesperación de su rival. Nada cambió en el marcador y ese empate en cero, alejó al cuadro de Liniers de sus pretensiones de luchar por el título.
En la jornada siguiente, sus escasas chances se esfumaron al perder con Chaco For Ever como local 2-1, al tiempo que San Lorenzo jugó con Boca en la Bombonera en una luctuosa noche, donde murió Saturnino Cabrera, hincha local, al recibir el impacto de un caño de agua que habían lanzado desde la popular visitante, en plena pelea de barras. En el plano deportivo, fue el último partido oficial de Claudio Marangoni.
En la última fecha, tanto San Lorenzo como Vélez, fueron protagonistas de la definición del torneo, porque enfrentaron a los dos candidatos al título. En cancha de Ferro, el Ciclón recibió a Newell´s, mientras que el Fortín visitaba a River en el Monumental. Al cuadro dirigido por Marcelo Bielsa le alcanzó el empate 1-1 en Caballito, porque los Millonarios perdieron 2-1, por una extraordinaria actuación del Pato Fillol, quien esa tarde, cerró su fenomenal campaña.
“Si me preguntás ahora, se sincera Juan Bava, ni loco tomaría una decisión así. Dejar a 40.000 personas que van con sus familias a la cancha, sin partido por falta de pelotas, porque a un idiota se le ocurre suspenderlo, es una locura (risas)”. Pero hace 35 años tomó el camino inverso, fiel a una personalidad que mantiene hasta el día de hoy, y aquella increíble tarde de Liniers, entró en el libro de los récords.



















