Las memorias de un ex compañero de Maradona en Sevilla: el abrazo que lo hizo llorar, los “permitidos” y el recuerdo en su billetera

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Pinedita, con el astro argentino y en la actualidad

Llevo en mi billetera un cromo del Diego para tenerlo presente. Es un cromo (figurita) del año 1983/84, cuando estaba en Barcelona. Lo tengo desde niño, cuando tenía 10 años. Todavía lo conservo en la cartera y lo llevo conmigo siempre”. De esta manera, se presenta Francisco Javier Carpio Pineda, ex compañero de Pelusa en el Sevilla en la temporada 1992/3, equipo que tuvo la conducción de Carlos Salvador Bilardo, y que fue el último del Diez en Europa.

Los recuerdos sobre Diego Armando Maradona siempre están a flor de piel en aquellos que pudieron estar a su lado en un campo de juego y compartir un vestuario. Mucho más, aparecen en las fechas especiales que tienen a Pelusa en el centro de la escena. Este 30 de octubre, el Diez cumpliría 65 años, y sigue siendo una figura inolvidable del fútbol.

Desde su primer partido a los 16 años con Argentinos Juniors, Maradona mostró una habilidad excepcional que lo llevó a brillar en clubes como Boca, Barcelona y Napoli, ciudad donde fue venerado hasta tal punto que el estadio local lleva su nombre en homenaje a su legado. También en el Sevilla, donde tienen muy buenos recuerdos de su capitán. “Por cómo era Maradona, se hacía querer, se hacía amar. Todo el mundo le quería, todo el mundo lo amaba. La verdad es que yo no he conocido a nadie, ni he leído a nadie, ni a ningún excompañero suyo, que haya hablado mal de él. Te lo digo de corazón”, remarca Pinedita, como lo bautizó el Pibe de Oro.

La relación entre Pineda y Maradona fue muy buena. En varias ocasiones, concentraron juntos, y hasta el mediocampista español era uno de los preferidos del Diego, lo que generó celos de sus otros excompañeros. ”Yo recuerdo que era tan descarado que muchos compañeros me decían ‘Pini, tío, jugamos todos, pero siempre lo buscas a él’. Me consta que él quería tenerme a su lado”, recalca el español de 53 años, quien actualmente trabaja para varios equipos de Primera División de España como scouting y viaja al exterior con la intención de ver futbolistas.

El paso de Maradona por el Sevilla fue de un año. Llegó el 22 de septiembre de 1992 tras cumplir una sanción por doping. Como todo Rey, el argentino tuvo sus lujos, sus permitidos que se dieron fuera del ámbito deportivo, en lo que fue su vuelta a España ocho años después de haberse ido del Barcelona. “Cuando el Diego va a firmar con el Sevilla, Bilardo nos coge en una habitación y nos dice ´muchachos, ven que quiero hablaros. El Diego va a venir. Quiero que entendáis y sepáis que está el Diego, y luego estamos nosotros´”, cuenta el ex volante ofensivo.

El balance de Pelusa por el club de Andalucía fue irregular, con buenos partidos y otros no tantos. Disputó 30 encuentros y marcó ocho goles. Pero las costumbres cambiaron, ya que hubo más prensa de lo habitual y con presencia de fanáticos todos los días en Ciudad Deportiva para poder registrar los movimientos del argentino. “Todos los jueves comíamos asado en el lugar de entrenamiento. Nadie se podía ir, porque el que se iba primero, era castigado”, recuerda Pineda en diálogo con Infobae.

Formación del Sevilla, con Pineda y el Diez como capitán

La experiencia de Maradona terminó, además del conflicto con los dirigentes -que se disparó cuando multaron a Diego por viajar sin permiso para jugar con la selección argentina en febrero de 1993-, con una pelea nada menos que con Bilardo en su último partido ante el Burgos. La bronca del Diez se dio porque el DT le había pedido que se infiltrara para jugar y lo terminó sacando en el segundo tiempo para que ingresara Pinedita. A raíz de esto, se sintió poco menos que traicionado. Y sin pena ni gloria se terminó su etapa en Sevilla. “Imagínate lo que echaba fuego ese hombre por la boca. Yo estaba temblando antes de ingresar y no me dio la mano. Entré, salí al terreno y empecé a jugar. Te puedo decir que, al día siguiente, me pidió disculpas delante de todo el grupo”, revela el ex centrocampista que jugó en el Sevilla entre 1992 y 1996.

– ¿Cuál es su primer recuerdo sobre Maradona?

– Fue lo mejor que me he pasado en mi carrera deportiva. Fue la etapa más ilusionante y emotiva de mi vida, evidentemente. No solo por haber conocido a Maradona, mejor dicho, sino por haber jugado con El Diego, además de conocerlo como persona. Cuando era chico, lo coleccionaba en los cromos y demás, y a los pocos años, ser compañero de él, pues imagínate, ¿no? Para mí, ha sido un Dios siempre y sigue siéndolo. No sé cómo explicarlo, pero su presencia nada más era algo especial. Tenía un don, una energía que muy pocos la tienen en el mundo. Cuando lo veía entrar por el vestuario, ese olor característico de su perfume, que nadie tenía, lo hacía un distinto. Al verlo, a mí se me iluminaba la vida. Era algo tremendo estar a su lado.

– ¿Por qué dice que fue lo mejor de su carrera?

– Porque fue compartir todos los días con mi mayor referente e ídolo. No solamente como jugador, sino como persona. Era ver a un hombre, a una persona referente todos los días, ¿no? Disfrutar de él todos los días. Después, a lo largo de los años, porque ya han pasado desgraciadamente muchos años, toda la gente me pregunta: “¿Qué tal era Maradona?“. Yo siempre le alabo y lo engrandezco, digamos, como persona. A ver, todos conocemos, ya hemos conocido a Maradona como futbolista, como jugador, pero a mí me llamó mucho la atención la forma que tenía de respetar a todos por igual. Era una cosa que a mí me llamó mucho la atención. Al principio, no te das cuenta porque eres joven, pero a medida que vas firmando en equipos y cambias de grupo, y te toca estar con gente veterana, te acuerdas de eso y te das cuenta de que era distinto.

– ¿Por qué era distinto?

– Porque trataba a todos por igual, desde el más veterano al más joven. Yo tengo una anécdota que lo resume todo. En ese partido contra el Burgos, en el que Carlos Bilardo lo saca en el segundo tiempo para que ingrese yo, imagínate lo que echaba fuego ese hombre por la boca. Yo estaba temblando antes de ingresar y no me dio la mano. Yo entré, salí al terreno y empecé a jugar. Te puedo decir que, al día siguiente, me pidió disculpas delante de todo el grupo. Empezó diciendo “quiero pedir disculpas al pibe Pineda”, delante de todo el plantel. Yo tenía 20 años. Imagínate lo que fue para mí ese día que me pidió disculpas. Tenía esa grandeza. Y después, bueno, Diego estaba en todos los detalles, de regalar un reloj, llevarte esta prenda hasta los consejos que te daba. Te decía “ponte esto, quedátelo”. Era así con todos los compañeros.

-¿Qué le regaló?

– A mí no me regaló, sinceramente. Te voy a decir algo, y te lo digo de corazón, creo que fui de las pocas personas, y no con esto quiero decir que mis compañeros lo hicieran, pero fui de las pocas personas que no abusaban de él. Algunos decían “a ver qué me regala hoy…”. Pero yo fui todo lo contrario. Es más, yo pude influenciarlo para que hiciera fuerzas para ayudarme en mi renovación, pero ni siquiera se lo comenté. Me acuerdo que yo renové con el Sevilla y le conté a Diego después. Recuerdo esa charla. Me dice: “¿Estás contento?”. Le respondí “sí, sí”. Después, me dice: “Pues fenomenal”. Nunca me aproveché de él, de su persona y de su potencial, de nada. Llevo en mi billetera un cromo del Diego para tenerlo siempre presente. Es un cromo (figurita) del año 1983/ 84 cuando estaba en el Barcelona. Es el cromo que yo tenía desde cuando era niño, con 10 años. Todavía lo conservo en la cartera y lo llevo conmigo siempre.

Asado del plantel, con Maradona y Claudia Villafañe como anfitriones

– ¿Y cómo obtuvo ese cromo?

– Porque coleccionaba figuritas de Maradona. Yo tenía un álbum con 10 años, 11 años, que era cuando estaba él en el Barça. Y bueno, ya sabes cómo son las madres, que lo guardan todo. Un día, me dice mi mamá “toma esto que te lo guardo ahí en el cajón”. Imagínate cuando yo vi ese cromo y ese álbum. Se me vinieron muchas cosas que me había guardado mi madre. Pues fue muy emocionante, y hoy en día, lo llevo en la cartera. Hace poco estuve con un excompañero Rómulo Severini, en el Orihuela, en el Alicante, y él no podía creer cuando le enseñé el cromo de Maradona. Estaba hasta emocionado Rómulo.

– ¿Mantiene los colores todavía esa figurita?

– Sí, porque lo que hice fue plastificarla. Los plastifiqué para que no se dañaran y lo tengo ahí. A él lo quería mucho dentro de la cancha.

– Maradona habló muy bien de usted como centrocampista.

– Sí, a mí me quería y así lo expresó en los medios de comunicación. Conmigo fue igual. Él estaba deseando que yo jugara para que le pasara la pelota. Yo recuerdo que era tan descarado que muchos compañeros me decían “Pini, tío, jugamos todos, pero siempre lo buscas a él”. Me consta que él quería tenerme a su lado.

– ¿Le puso el apodo Pinedita?

-Sí. Fue tremendo, porque de hecho fuimos una semana a Argentina a hacer una gira por Sudamérica y jugamos contra Boca en La Bombonera. Después, estuvimos en Córdoba también. Así que jugamos dos partidos. Y ahí realmente es donde yo me di a conocer, ya que jugué bastante bien. Metí goles, hice jugadas y la gente conmigo estaba como loca. A partir de ahí, pues ya me quedé en el equipo. Una pena que durara tan poco.

– ¿Cómo era Diego fuera de un vestuario, en la calle y lejos del ámbito laboral?

– Pues era un tío más. Tenía ese don especial de atraer a mucha gente, pero él estaba maravillado en Sevilla porque nos contaba que lo que hacía allí en Sevilla no lo podía hacer en otro lugar. No lo pudo hacer en ninguna otra ciudad. El hecho de ir con su mujer, con su señora Claudia Villafañe al Corte Inglés a comprar y todo eso, decía que eso no lo había vivido nunca. A Diego lo veía como una persona de pueblo y de barrio. Siempre muy cercana, muy amable, con predisposición de ayudar a los demás. Pero también, tenía una cosa que era bárbara, porque en el momento que observaba que le tomaban el pelo o le faltaban el respeto, te mataba. Y te hacía la cruz.

– ¿Se enojaba?

– Sí y mucho. Recuerdo que en los entrenamientos con Bilardo jugábamos partidos contra los juveniles del Sevilla. Los chicos, sobre todo, los de segundo o tercer año, estaban aburridos de jugar contra nosotros y te faltaban el respeto. Yo soy andaluz, y en mi comunidad, la gente es muy alegre, tiene mucho desparpajo y son muy atrevidos a la hora de hablar. Recuerdo una jugada en la cual un pibe le faltó el respeto a Maradona y él estaba que se subía por las paredes. Le soltó un codo y le pegó fuerte. Y me acuerdo cuando llegó al vestuario. Decía “no me lo puedo creer este pibe”. Le decíamos “hemos visto Diego lo que te hizo, no sé qué le pasa al pibe”. Él decía “que le voy a hacer, si puede ser mi pibe”. Maradona no tenía término medio, pero cuando le tocabas la fibra, te chocaba y te lo decía. Pero no tenía término medio.

– Te quería o te odiaba, ¿no?

-Sí, ya lo había demostrado a lo largo de su vida. Demostró que no le regalaba nada a nadie. A lo largo de estos años, cuando yo jugaba tuve la suerte de conocer a bastantes argentinos, y cada uno de ellos, contaba una anécdota distinta con Maradona de lo que había vivido. Diego ha podido con todo, con las religiones, las costumbres argentinas, los políticos, empezó a meterse con el Papa, y nadie pudo enfrentarlo. Sinceramente, al día de hoy le sigo echando muchísimo de menos. Tengo una foto aquí en casa, que fue un regalo que me hizo. Tengo una foto de su familia de 1992, la tengo aquí y siempre la llevo conmigo también.

– ¿Una foto de él con su familia?

– Si, con sus dos nenas y con Claudia en la Navidad de 1992. La tengo en un marco la foto, nos regaló la foto. Nos regaló la foto, y el marco y demás. La llevó conmigo a todos sitios también.

-¿Festejó algún cumpleaños con él?

– No. Al final, las cosas que haces cuando eres nene y no te das cuenta, de grande te arrepientes de no haberlas hecho. Yo no era una persona que quisiera aprovecharme de él. El día de su cumpleaños en 1992, el diario Marca me quiso hacer un reportaje en su cumpleaños porque vivía en la finca de Esparta, en una finca que él había alquilado. Pero no pudimos hacerla porque yo tenía a mi novia estudiando en Cádiz y fui a visitarla. Hablé con Diego, y le dije “mira que yo no voy a ir a tu cumpleaños porque voy a ir a ver a mi novia”. Me respondió “no pasa nada, pibe, andá tranquilo”. Así era Diego. Pero hoy lo pienso y digo “madre mía, faltaste al cumpleaños de Maradona”. Diego no se enojó porque no fuera a su cumpleaños, pero sí me insultaron de Marca por no hacer la entrevista. A partir de ahí, el diario empezó a puntuar mi juego. Me puntuaba con un cero, y bueno, la cogió conmigo y ya está. Fue curioso porque hasta el doctor que teníamos, Antonio Leal Graciani, que en paz descanse, me decía “oye, ¿a ti qué te está pasando con Marca?”. Le dije “Antonio, a mí no me pasa nada. Resulta que no fui al cumpleaños de Maradona, querían hacer un reportaje, y se enfadaron porque no fui”.

– ¿Cuál fue la última vez que vio a Maradona?

– Me pasó una cosa rara. Cuando vino la selección argentina, que se organizó en un campeonato indoor aquí, en una ciudad al lado de Cádiz, en Jerez, un periodista me consiguió pase de prensa para ir a visitarlo y dije “joder, voy a ir a verlo”. Entonces, cogí el coche con un amigo, me planté allí con mi pase de periodista, estaba dentro del pabellón, y él entró con sus gafas negras, con una mochila. Yo me puse frente a Diego, le dije “hola”, y me respondió “hola, ¿cómo andas?” Y siguió, ni se paró. Dije “la puta madre, no me reconoció”. Entonces, me quedé esperando a que salga y hablé con Matías Almeyda, hoy entrenador del Sevilla. Matías me dice “hombre, claro, me voy a acordar de ti, claro”. Le manifesté “quiero ver al Diego, a ver, dile quién soy a ver si se acuerda de mí”. Pero cuando ingresó al vestuario, me hizo así un gesto muy raro, como diciendo “no viene muy bien”. Y bueno, lo quise saludar a él, pero no pude. Así que me dio hasta vergüenza, cogí el coche y me fui. Después, a los dos o tres días, me llamó un periodista de Canal Sur, y me dice “tú sabes que al final le hicimos refrescar la memoria y se acordó de ti. Y cuando le contamos, dijo “no, no me digas que no lo reconocí”. Después, no pude verlo nunca más.

-¿En el Sevilla también tenía sus exigencias como figura que era?

– Tenía sus permitidos. Cuando el Diego va a firmar con el Sevilla, Bilardo nos coge en una habitación y nos dice “muchachos, ven que quiero hablaros. El Diego va a venir, y quiero que entendáis y que sepáis que está el Diego, y estamos nosotros”. Pero tú imagínate todo el plantel ahí sentado en una habitación y el entrenador te dice “está el Diego y estamos nosotros”. Bilardo nos decía “si el Diego quiere venir a entrenar, que venga. Si no quiere venir a entrenar, que no venga”. Además, “si quiere venir a las concentraciones, que venga. Si no quiere venir, que no venga”. “Si llega tarde, no pasa nada”. “Si baja o no a cenar, no pasa nada”. Vale.

– ¿Qué le respondieron?

-Sí. Perfecto. Era Maradona, que haga lo que quiera. Creo que fue una equivocación esas libertades. Recuerdo cuando estuvo Romario, firmó en el Valencia. Johan Cruyff, en Barcelona, le daba sus libertades. Me acuerdo de que era exactamente igual que Bilardo. Le decía “haz lo que te dé la gana, si después va a ser el mejor”. Luego, el brasilero se topó en Valencia luego con Luis Aragonés y saltaron chispas. Se querían matar porque lo tenía cortito, lo aburrió y se fue. Lo tenía con la soga al cuello, y Romario cogió y se piró. En Sevilla si venía o no Diego, si llegaba tarde o no llegaba, a nosotros no nos debía importar. Después, me impresionó mucho porque cuando llegó Diego estaba 10 kilos arriba de peso y en dos semanas quedó fino, fino, fino, porque él se puso a prueba, se quedaba allí en la finca, y cuando lo vimos un día entrar, nos miramos todos de la cantidad de kilos que había perdido.

– ¿Había subido bastante de peso?

– Cuando llegó tenía barriguita. Tenía una barriguita importante. Ahora los futbolistas son todos unos atletas, están todos finos como se pegan patas entre ellos, pero son finos, muy finos. Pero él estaba diez, once kilos arriba de su peso.

Pimeda hoy trabaja como scouting

-¿Estuvo a la altura de lo que pretendía el Sevilla?

– Sí, por supuesto que estuvo a la altura. Hizo partidos muy buenos. De hecho, uno fue precisamente contra el Real Madrid y ganamos 2-0. Hizo un partido muy bueno. Su presencia cambió todo. Nosotros estábamos acostumbrados, en la Ciudad Deportiva, a que no vaya nadie a ver los entrenamientos. Cuando Maradona llegó, había 15.000 personas allí metidas. Era tremendo. Y después, el club hizo como 20.000 socios más durante ese año. Así que a Sevilla le vino muy bien la llegada de Maradona y a nosotros también. A nosotros también nos vino genial.

– ¿Pudo compartir algún asado?

– Todas las semanas hacíamos asado en la ciudad deportiva. Todos los jueves hacíamos un asado. Mi compañero Manolo Jiménez, el capitán, tenía un chico que manejaba un restaurante en un pueblecito al lado y él venía con la comida, con todo. Los argentinos se encargaban de la carne, del asado y todo. Todos los jueves allí. Nadie se podía ir, porque recuerdo que el que se iba primero, era castigado.

– ¿Cómo que castigado?

– Si, le tirábamos de todo. A su coche lo llenábamos de pasteles, de champa, le tirábamos de todo. Como diciendo “el que se vaya, verá cómo le vamos a poner el coche”.

– ¿Esa idea surgió de Diego o de todos?

– No, surgió de todos. Pero evidentemente la llegada de Diego, con los asados, modificó la manera de comportarnos. Tengo una foto que guardo con mucho cariño con Diego en su rancho en Argentina, donde nos preparó un asado cuando estuvimos allí la semana que visitamos La Bombonera. Tenía un campo de fútbol que era perfecto y jugábamos allí. Nos hizo un asado para todos también.

– ¿Nunca le regaló una camiseta?

-No, tengo. Yo debuté y todos mis compañeros me firmaron la camiseta que la tengo guardada y a él no le dije que me la firmara. ¿Por vergüenza? Sí, por vergüenza, me daba cosa molestarlo. Me llevaba muy bien con él. De hecho, cuando salíamos a pelotear, nos poníamos juntos. Pero le tenía tanto respeto, tanto respeto, que no lo quería molestar. Era una mezcla de sensaciones de cariño, de respeto, y de profunda admiración. Era una cosa rara. Lo tenía ahí como una devoción que no veía, y me daba apuro, me daba cosa molestarlo. Tengo fotos con él abrazado de la última cena que hicimos en un restaurante en Sevilla. No recuerdo ni el nombre, pero sí que me dio un abrazo que me hizo llorar. Y me fui llorando para mi casa, que la tenía cerca, andando hasta que llegué. Fue tremendo.

– ¿Se hacía querer Diego por cómo era?

– Por cómo era Maradona, se hacía querer, se hacía amar. Todo el mundo le quería, todo el mundo. La verdad es que yo no he visto ni he leído a nadie, ni a ningún excompañero suyo que haya hablado mal de él. Te lo digo de corazón. Yo hablo con gente. Tenemos un grupo de WhatsApp por cierto de aquella generación con Monchi, Manuel Jiménez, Rafa Paz; están todos. Y nadie, nadie habló ni habla mal de él. Nadie. Recuerdo que, para un festejo de cumpleaños, hizo una reunión con muchos artistas y los que éramos sus amigos. Y grabamos un video para felicitarlo y tal, te puedo decir que estuvo Schuster, Julio Iglesias, Rafa Nadal, y me llamó para que yo también le mandara el video saludándole y felicitándole.

– ¿En el Sevilla tuvo esos problemas extrafutbolísticos que lo llevaron a tener una vida difícil?

– No. Yo no recuerdo nada. Cuando salíamos con él, Bilardo mandaba siempre a dos o tres compañeros que estaban solteros a cuidarlo. Cuando él salía, después nos contaba cosas. Al día siguiente, decíamos “anoche estuvimos con el Diego”. Pero no hubo nada sospechoso ni nada. Solamente, hubo un incidente.

– ¿Qué pasó?

– Recuerdo que una vez entrenábamos en el estadio del Sevilla y él se fue a la ciudad deportiva. Y claro, cuando llegó allí, le dije “no, entrenamos en el estadio”. Entonces, iba con su Porsche por la avenida San Francisco Javier, que es en pleno centro de Sevilla, a 120-150 km por hora. Y con la música a todo lo que da. Entonces, la policía por los altavoces lo siguió, diciéndole cosas para que parara y él no se enteraba para tener la música alta, e iba cantando con las ventanillas bajas. Entonces, paró en un semáforo, y lo encañonaron. No lo podía creer, con la seguridad que había.

– ¿La Policía lo encañonó?

– Sí, la Policía le encañonó, porque le echaban el alto y no se enteraba porque iba con la música alta. Iba súper rápido. Cuando llegó al entrenamiento, dijo “no me lo puedo creer, me han encañonado”. Ese fue un episodio muy anecdótico y tal, pero nada extradeportivo, nada. Él estaba, como te digo, encantado de haber vivido en Sevilla. Disfrutó muchísimo estando en Sevilla con su gente y con la afición. Para mí, fue una pena cuando se fue porque los chavales lo echaron de menos, a él y a Bilardo. Y ha seguido su vida en otro lado. Después, no tuve la oportunidad de hablar con él. Recuerdo que venía cada dos por tres a Madrid y yo estaba cerca de Sevilla, en Córdoba, viviendo, pero no podía acercarme. Después, no me enteraba. Cuando me enteraba, ya se había ido. Pero le amaba. Es verdad que lo recuerdo con mucho entusiasmo y mucho cariño.

– Su partida le dolió, ¿no?

– Sí, la verdad que sí. La verdad que fue tremendo, sí. No lo esperaba. Y hoy, cuando sacan la noticia, con todo lo que hay formado y con toda esta injusticia, ojalá que se resuelva rápido. Es verdad que sí cambió la jueza. Estoy un poco al corriente de lo que está saliendo. Pero la verdad que fue una pena. Yo creo que nadie lo esperaba, no sé.

Maradona y Bilado, DT y jugador en el Sevilla (EFE/Eduardo Abad/Archivo)