A 12 años del femicidio de Ángeles Rawson, su madre le dedicó un desgarrador mensaje: “Estos días tu ataúd pesa más”

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“Doce años y ayer. Doce años y todavía no entiendo nada”, escribió Jimena Aduriz (Facebook)

“Doce años y ayer. Doce años y todavía no entiendo nada”, escribió Jimena Aduriz, madre de Ángeles Rawson, al cumplirse un nuevo aniversario del femicidio de su hija, la joven de 16 años que fue víctima de un intento de abuso y asesinada por Jorge Mangeri en 2013.

En una conmovedora publicación en sus redes sociales, acompañada por una imagen junto a su hija y otra en la que acaricia la lápida de Ángeles, la mujer expresó: “Lo que sí hago es aprender de tu integridad, tu valentía y tu mirada del mundo, mi amor”.

Ángeles Rawson fue víctima de un intento de abuso y asesinada por Jorge Mangeri en 2013.

No te tengo hace 12 años, pero estos días tu ataúd pesa más y me permito descansar, llorándote y reviviendo cada pedacito de vida que vivimos juntas. Y te extraño y te amo, porque con una hija no existe el tiempo pasado o no debería existir”, continuó en el posteo.

Y concluyó: “Mañana sigo, mi Mumina. Hoy no. Hasta el cielo de las nubes, te amo, mi amor. Mami”.

El crimen de Ángeles Rawson

El martes 11 de junio de 2013, un empleado que trabajaba en la cinta de traslado de material de residuos del Complejo Ambiental Norte 3 del CEAMSE de José León Suárez, observó algo extraño entre la basura que pasaban frente a sus ojos. Pensó que era un maniquí. Cuando se acercó a verificar, vio que lo que tenía enfrente era, en realidad, pedazos de un cuerpo humano. Inmediatamente frenó la cinta. Luego, se desmayó.

En simultáneo, a algunos kilómetros de allí, en la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Palermo, una mujer llamada María Elena Jimena Aduriz llevaba 24 horas buscando a su hija de 16 años: Ángeles Rawson. Lo hacía junto a su pareja Sergio Opatowski, sus hijos y el papá de la chica, Franklin Rawson. Jimena explicaba ante la Justicia que la menor había ido a su clase de gimnasia del colegio Virgen del Valle y que, al regresar a media mañana, se había perdido su rastro.

Lo misterioso del caso era que, en la tarde de la desaparición, una cámara ubicada en Ravignani 2330, muy cercana al edificio en el que vivía la adolescente, la había tomado caminando. Es decir, Ángeles había llegado hasta la puerta de su casa antes de desaparecer.

Ángeles había llegado hasta la puerta de su casa antes de desaparecer.

Cuando la Justicia tomó intervención en la planta del CEAMSE, se encontró que en la cinta había restos de un cadáver. Se llevaron las partes para realizar un cotejo. A las pocas horas se conoció la noticia de que el cuerpo pertenecía Ángeles.

El mismo martes en que fue hallado el cuerpo, el médico forense Héctor Félix Konopka inició la primera autopsia al cuerpo de la adolescente. Ese estudio decía que Ángeles había muerto por el efecto del camión compactador. Es decir, que había sido arrojada con vida al contenedor de basura. Algún tiempo después, se exhumaron los restos y se realizó una junta médica que realizó una segunda autopsia. Allí arribaron a las conclusiones reales y finales. Ángeles sufrió un intento de ataque sexual, se resistió hasta frustrarlo y luego fue estrangulada de manera manual hasta la muerte para, finalmente, ser arrojada al container de basura.

“Soy el responsable de lo de la calle Ravignani 2360. Mi mujer no tiene nada que ver”, dijo Mangeri (NA)

La conmoción fue absoluta y los medios de comunicación comenzaron a replicar la noticia. El primer apuntado por la justicia y por la opinión pública fue Opatowski, el padrastro de Ángeles. ¿Los motivos para sospechar? Ninguno. Solo que tenía “cara de loco”, según se decía en ese momento, y no lloraba por la muerte de la hija de su pareja. Hubo gente que le gritó “asesino” en la calle.

Sin embargo, Opatowski tenía una coartada sólida. A la hora en que se circunscribía el horario de la muerte de Ángeles, él no estaba en el edificio. Incluso, cuando la adolescente estaba volviendo de gimnasia, una cámara de seguridad de un banco lo registró haciendo un trámite a varias cuadras de distancia.

El sábado 15 de junio de 2013, cuatro días después del crimen, la fiscal María Paula Asaro llamó como testigo al encargado del edificio. Primero, Mangeri aseguró que había sido apretado por policías la noche anterior y que lo habían picaneado para que confesara el crimen. Era todo mentira, nunca se comprobó que nadie lo haya intimidado. A medida que la declaración avanzaba, Mangeri comenzó a contradecirse. Además, no quiso que un médico le vea las heridas que, según él, le habían producido los agentes.

El interrogatorio se extendió durante varias horas. La fiscal Asaro contó, tiempo que después, que ella pidió la detención al juez Javier Ríos apenas notó las contradicciones. No se imaginaba lo que estaba por suceder. A las 5.15 de esa misma madrugada, Mangeri se quebró y confesó ante Asaro utilizando una frase que quedaría enmarcada en la historia criminal argentina: “Soy el responsable de lo de la calle Ravignani 2360. Mi mujer no tiene nada que ver”.

Jorge Néstor Mangeri fue condenado a prisión perpetua en julio de 2015 por el asesinato de Ángeles Rawson. Su condena fue revisada por todas las instancias posibles, inclusive por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En todos los casos, se confirmó su autoría del crimen.

El encargado de Ravignani estuvo preso durante una década en el módulo 1 de la cárcel de Ezeiza. Pero, en diciembre de 2024, el femicida fue trasladado al nuevo pabellón de ofensores sexuales del penal de Rawson, en Chubut, donde permanecerá preso el resto de su vida.

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