“El teléfono del viento”, la invención japonesa que ayuda a miles a despedirse de sus seres queridos

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El lugar cobró relevancia tras la pandemia, recibiendo a miles de visitantes en busca de despedidas simbólicas (Wikimedia Commons)

Enfrentar un duelo por una pérdida de un ser querido lleva mucho tiempo, más aún si quedan palabras por decir. Itaru Sasaki, un hombre oriundo de Ōtsuchi, prefectura de Iwate, Japón, encontró un método para poder facilitar el proceso y las emociones por un fallecimiento e instaló una cabina telefónica para hablar con quienes ya no se encuentran en el plano físico.

Se trata del “teléfono del viento”, una cabina con vistas al mar. Dentro se encuentra un teléfono de disco negro, desconectado de cualquier red. Se lo conoce como «kaze no denwa«. En el lugar, quienes deseen, pueden llamar a sus seres queridos fallecidos para compartir palabras no dichas.

Sasaki instaló el artefacto en 2010, luego de perder a su primo por cáncer. La cabina se convirtió en una herramienta terapéutica personal para el hombre. Según expresó en más de una oportunidad, sentía que al hablar al viento, sus pensamientos podían llegar a su ser querido.

Meses después, una tragedia obligó a Sasaki a abrir su “teléfono del viento” a más personas. En 2011, un terremoto catastrófico, seguido de un tsunami, se cobró la vida de cerca de 20 mil personas en Tōhoku. Tras el hecho, el hombre invitó a otros a usar su cabina para lamentar sus pérdidas, dar las últimas palabras a sus seres queridos y buscar consuelo en las palabras.

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Según detalló All Thats Interesting, desde entonces, el teléfono recibió más de 30.000 visitas. Hoy por hoy, ya no es el único. Se instalaron cabinas similares en todo el mundo. Tal es así que Estados Unidos ya dispone de 265 y hay otras 111 en otras partes del mundo.

El duelo de Sasaki

Sasaki era diseñador de jardines. Siempre tuvo un vínculo estrecho con su primo, quien era calígrafo e instructor de artes marciales.

En 2010, le contó a Sasaki que le habían diagnosticado cáncer en etapa cuatro y le restaban tres meses de vida. Tras la muerte de su primo, el diseñador buscó nuevas formas de afrontar el dolor.

La cabina telefónica ya se encontraba en su patio como una herramienta de decoración. Pero cuando su primo falleció, Sasaki encontró en el teléfono un nuevo propósito. Fue así cuando arrancó a “hablar al viento” y conversar con su primo.

La vida dura solo 100 años, como máximo”, dijo Sasaki a Tessa Fontaine de The Believer en 2018. Y agregó: “La muerte es algo que dura mucho más, tanto para quien ha fallecido como para los sobrevivientes, quienes deben encontrar la manera de conectar con los muertos. La muerte no acaba con la vida. Todos los que quedan después aún están pensando qué hacer al respecto”.

El viento como refugio del duelo

El 11 de marzo de 2011, un terremoto azotó parte de Japón. El suceso generó olas de hasta 38 metros que impactaron en la ciudad de Miyako y se extendieron a lo largo de nueve kilómetros.

ARCHIVO - Un tsunami golpea las costas de Natori, Japón, después de un poderoso terremoto el 11 de marzo de 2011. (Kyodo News vía AP, Archivo)

Mientras tanto, el tsunami posterior al terremoto se cobró la vida de más de 19.000 personas. Millones más se quedaron sin acceso a agua corriente y electricidad y más de 120.000 edificios fueron destruidos.

Las cifras oficiales publicadas en 2021 reportaron 19.759 muertos, 6.242 heridos y 2.553 personas aún desaparecidas.

Muchas personas comenzaron a transitar el duelo, luego del trágico suceso. Incluso, meses después, muchos reportaron haber visto espíritus de las víctimas del tsunami en la costa japonesa.

Durante el tsunami, Sasaki perdió a su esposa. “Cuando regresé a casa y miré al cielo, había miles de estrellas; era como mirar un joyero. Lloré y lloré, y supe entonces que tanta gente debía haber muerto”, dijo, tras sobrevivir al tsunami, según informó Reuters.

Este fue motivo suficiente para el diseñador, quien decidió abrir su jardín al público e invitar a las personas a usar su teléfono para hablar con sus seres queridos fallecidos. “Muchas personas no pudieron despedirse”, comentó. “Hay familias que desearían haber podido decir algo al final, si hubieran sabido que no volverían a hablar”, afirmó.

Con esta herramienta, Sasaki sigue ayudando a vivir el proceso de duelo a quienes más lo necesitan. El lugar recobró protagonismo luego de la pandemia de COVID-19, momento en el que miles de personas volvieron a visitar el sitio para decirle una última palabra a sus afectos.

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