¿Se imaginan debutar en el máximo evento del deporte mundial con sólo 17 años y ganar una medalla de oro en tu país? Esa es una parte de la increíble historia de Kimberly Rhode, una de las deportistas más emblemáticas de los Estados Unidos de los últimos 30 años. La experta en tiro deportivo se convirtió en la primera atleta en ganar seis medallas en Juegos Olímpicos consecutivos, pero detrás de ella hay mucho más que contar.
En su visita a Buenos Aires en el marco de la etapa de la Copa del Mundo de diferentes disciplinas de tiro que se llevó a cabo en las instalaciones del Tiro Federal, la oriunda de California se transformó en una leyenda del olimpismo de la potencia deportiva mundial. “Atlanta fue un punto de inflexión. Fue donde el mundo me conoció por primera vez y me di cuenta del sueño que ni siquiera sabía que perseguía. Ganar el oro a los 17 años lo cambió todo”, le contó Kim Rhode a Infobae.
Más allá del oro en 1996, el bronce en Sydney 2000, otra dorada en Atenas 2004, la plata en Beijing 2008 -ya en la prueba skeet y no doble trap-, y otro oro en Londres 2012 con un récord mundial incluido, no se comparan con el impacto de subirse al podio (3° puesto) en Río 2016 luego de recibir un falso diagnóstico de un tumor durante el ciclo olímpico. Y si a eso le agregamos que su hijo Carter sufrió una afección cerebral antes de la cita en Brasil, conquistar la que por ahora es su última medalla olímpica tiene un precio incalculable.
Pero a pesar que el tiro la hizo famosa en el mundo del deporte, hay otras cosas de la vida que Kim disfruta. Una de ellas es la de restaurar autos. “Tengo 18 coches en mi colección y cada uno tiene su propia historia. Algunos son completamente originales, otros son bólidos y algunos son raros hallazgos históricos con procedencia de carreras”, explicó durante una charla en la que también mostró su pasión por los libros.
“Hoy tengo una colección de unos 10.000 libros, desde primeras ediciones de clásicos como El mago de Oz, Winnie the Pooh o Alicia en el país de las maravillas hasta libros infantiles”, le contó a Infobae. Una historia tan atrapante como gloriosa la de esta tiradora que todavía cree que en los próximos Juegos de Los Ángeles 2028 estará luchando por subirse al podio. Como hizo hace casi tres décadas en su hogar.
– ¿Cómo empezó tu historia relacionada con el tiro deportivo?
– Los deportes de tiro han pasado de generación en generación en mi familia. Mi abuelo era un “Sabueso”, y el tiro era algo que hacíamos juntos, convirtiéndolo en una tradición familiar. Aunque yo crecí en los suburbios de Los Ángeles, California, el amor de mi familia por la vida al aire libre era fundamental para quienes éramos. Era nuestra forma de vida. Todos los años nos preparábamos para una cacería local de palomas en Yuma, Arizona, y un año, mi familia me sugirió que probara el tiro al plato en un club local. En aquel momento, yo estaba centrado en el tiro con rifle de competición. Para mi sorpresa, me quedé enganchado al instante por el movimiento. Ese momento despertó algo en mí. A partir de ahí, empecé a disparar más, compitiendo en competiciones locales y estatales, y finalmente hasta llegar a los Juegos Olímpicos. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que el tiro no era sólo deporte, sino por el vínculo que compartía con mi familia. Siempre fueron parte integrante de mí y su espíritu pionero me ayudó a ser quien soy hoy. El tiro deportivo se convirtió en mi de continuar ese legado de disciplina, concentración y dedicación.
– ¿Cuándo te diste cuenta que tenía posibilidades de hacer una carrera en el deporte?
– No hubo un momento concreto en el que me di cuenta de que tenía posibilidades de hacer una carrera deportiva. Fue más bien una progresión natural. Cuando empecé a competir, empecé a ganar más y más, y las cosas simplemente empezaron a encajar. El tiro me resultó relativamente fácil y lo aprendí rápidamente. Cuanto más practicaba y competía, más me daba cuenta de que era capaz de alcanzar niveles más altos. Fue un cambio gradual, pero cuando empecé a competir en pruebas nacionales e internacionales, ya podía ver el camino que tenía por delante. No me propuse convertirme en atleta profesional, pero a medida que iban llegando los éxitos, me di cuenta de que eso era lo que quería. Que esa era la dirección en la que me dirigía. El reto, la disciplina y la emoción de la competición me hicieron seguir adelante y, antes de darme cuenta, estaba en el camino hacia los Juegos Olímpicos.
– ¿Qué recuerdos tenés de tu primera experiencia olímpica en Atlanta 96 con 17 años?
– Acababa de cumplir 17 años cinco días antes de pisar el escenario olímpico. Recuerdo que entré en la Ceremonia de Apertura, rodeada de miles de atletas de todo el mundo, y pensé: “Vaya, estoy aquí de verdad”. Yo era el miembro más joven del equipo de tiro de Estados Unidos, y todo me parecía tan grande y abrumador, de la mejor manera posible. Andábamos en bicicleta por la Villa Olímpica, jugamos al laser tag, jugamos a los bolos… era surrealista. Pero cuando llegó el momento de competir, algo hizo click. Desconecté de todo y me concentré. Aún no comprendía del todo lo que significaba todo aquello. Estaba haciendo lo que me gustaba. Pero mirando atrás, Atlanta fue un punto de inflexión. Fue donde el mundo me conoció por primera vez y me di cuenta del sueño que ni siquiera sabía que perseguía.
– ¿Cómo influyó en tu vida y carrera ser campeona en tus primeros Juegos Olímpicos?
– Ganar el oro a los 17 años lo cambió todo. En un momento era sólo una niña que hacía lo que me gustaba -competir, entrenar, intentar compaginar los estudios- y al siguiente, era reconocida en todo el mundo. Competir, entrenar, intentar compaginar los estudios… y al siguiente, era reconocido en todo el mundo. Fue surrealista. Esa medalla me abrió puertas, me dio una plataforma y me hizo darme cuenta de que tenía la oportunidad de inspirar a otros, especialmente a chicas jóvenes que quizás no habían visto a alguien como ellas en este deporte. Pero con ello vino también mucha presión: expectativas, atención de los medios de comunicación, y el reto de demostrar que no era algo de una sola vez. Tuve que crecer rápido y aprender a soportar el peso de ese éxito. Pero, en muchos sentidos, ese momento marcó el resto de mi carrera. Me dio confianza, sentido de la responsabilidad y un impulso más profundo para seguir avanzando. No sólo por mí, sino por el deporte y por los espectadores.
– ¿Cuál fue la motivación que te mantuvo en la élite de su deporte a lo largo del tiempo?
– Sinceramente, fue el amor al juego. Siempre he dicho que si deja de ser divertido, entonces es cuando deberías dejarlo. Pero para mí, nunca dejó de ser divertido. Cada competición suponía un nuevo reto, y me encantaba esforzarme por ser mejor, incluso después de todas las medallas. Creo que lo que realmente me hizo seguir adelante fue el propósito que había detrás. Representar a mi país. Inspirar a los demás. Desafiar las adversidades. Y a medida que fui creciendo, ya no se trataba solo del podio, sino de mostrar lo que es posible con resistencia, disciplina y corazón. El tiro me ha enseñado disciplina, concentración y paciencia. Es un deporte basado en el respeto por uno mismo, por los compañeros de equipo y por los competidores. No se trata sólo de ganar, sino del proceso. Quería demostrar que la longevidad en el deporte es posible, que la maternidad y el rendimiento de élite pueden coexistir, y que no importa lo que la vida te depare, puedes seguir dando la cara. Ese impulso, ese sigue ahí.
– ¿Qué significó para vos convertirte en la primera atleta en ganar una medalla en seis Juegos Olímpicos consecutivos?
– Fue increíblemente emotivo, para mí y para toda mi familia. Habíamos pasado por muchas cosas juntos a lo largo de los años. Estuvieron conmigo desde el principio, llevando el equipo, conduciendo a las competiciones, animando desde las gradas, sacrificando tiempo, energía y mucho más. Así que cuando gané la sexta medalla, sentí que era nuestro momento, no sólo mío. Fue un símbolo de persistencia, de mantener el rumbo sin importar los obstáculos. Para mí, personalmente, fue abrumador en el mejor de los sentidos. Significaba que todos los años de duro trabajo, lesiones, contratiempos e incluso dudas valieron la pena. Era historia, pero más que eso, era la prueba de hasta dónde pueden llevarte el amor, el apoyo y la dedicación pueden llevarte.
– ¿Tenés algún recuerdo especial de alguna de las participaciones olímpicas que te gustaría destacar?
– Todas las Olimpiadas me han marcado de alguna manera, pero hay algunos momentos que realmente destacan. Londres 2012 fue inolvidable: hice una final perfecta e igualé el récord del mundo. Fue uno de esos raros días en los que todo encaja. Recuerdo estar allí de pie sabiendo que acababa de rendir al máximo nivel posible y parecía magia. Sydney 2000 también fue especial. Aún era muy joven y la energía del público era increíble. Recuerdo que me empapaba de cada momento y me daba cuenta de la suerte que tenía de formar parte de algo mucho más grande que yo. Y no se trata sólo de los momentos de competición, sino también de las pequeñas cosas. Andar en bicicleta por la Villa Olímpica, jugar al láser con los compañeros de equipo, la emoción de entrar en la Ceremonia de Inauguración vestido de rojo, blanco y azul. Ésos son los recuerdos que me acompañan mucho después de los Juegos. Lo que hace que los Juegos Olímpicos sean tan especiales es que unen al mundo. Diferentes idiomas, diferentes banderas, pero todos unidos por la pasión, el orgullo y el propósito. Eso es lo que siempre recordaré.
– En tu etapa como atleta, pasaste por algunas dificultades, como el tumor que se te detectó antes de Río 2016 (ganó una medalla) y el diagnóstico que recibió tu hijo Carter sobre una afección cerebral. ¿Cómo recordás esos momentos y qué te enseñaron?
– Fueron momentos increíblemente duros, tanto personal como profesionalmente. Como atleta, te entrenan para superar el dolor y centrarte en el rendimiento, pero nada te prepara para el peso emocional de algo que afecta a tu hijo. Cuando recibimos el diagnóstico de Carter, todo se detuvo. En ese momento, ser una atleta de talla mundial no importaba. Primero era madre. Pasar por esos retos me enseñó cómo es la verdadera fuerza, no la que muestras en el campo de tiro, sino la que surge cuando la vida parece imposible. También me dio perspectiva. Aprendí a compartimentar, a encontrar el equilibrio y a poner un pie delante del otro incluso cuando las cosas parecían abrumadoras. Y quizá lo más importante, me recordó que las medallas, los récords… son increíbles, pero no lo son todo. La familia lo es todo. Y la resistencia que he construido como atleta me ayudó a ser más fuerte como padre. Esas experiencias profundizaron mi propósito en el deporte y en la vida.
– ¿Cómo nació tu pasión por restaurar coches antiguos?
– Empezó como algo familiar. Crecí rodeado de coches antiguos; mi padre y yo trabajábamos juntos en el garaje. Había algo en devolver a la vida. Un vehículo antiguo a la vida que me resultaba increíblemente satisfactorio. Es como entrar en la historia. Cada abolladura, cada pieza, cada detalle cuenta una historia. Con el tiempo, se convirtió en algo más que un hobby. Se convirtió en una pasión. Me encanta el reto de descubrir cosas, buscar piezas raras y ensuciarme las manos. Hay una calma y una concentración que no difieren de las del tiro: se trata de precisión, paciencia y un profundo aprecio por la artesanía. Y ver salir del garaje un coche totalmente restaurado es una de las sensaciones más gratificantes del mundo, y también es muy divertido conducirlo. No hay nada como salir a la carretera en algo que has armado con tus propias manos.
– ¿Cuántos coches tenés y cuál es el favorito? ¿Hacés vos todo el trabajo de restauración o te ayudan?
– Tengo unos 18 coches en mi colección y cada uno tiene su propia historia. Algunos son completamente originales, otros son bólidos y algunos son raros hallazgos históricos con procedencia de carreras. Algunos de mis favoritos son un Model T Spyglass Speedster de 1917 que llegó a competir, un 1956 Ford Thunderbird con historia de las carreras de los hermanos Galletti, una camioneta Ford 1945 que se utilizó durante la guerra, una camioneta Chevy de 1929, un Cabriolet Deluxe de 1929, y un Sedán Modelo A de ventana inclinada de 1931. Cada uno aporta algo diferente: historia, carácter, artesanía, y me encantan todos por diferentes razones. Dicho esto, si tuviera que elegir uno, probablemente sería mi AC Shelby Cobra kit car de 1965. Mi padre y yo lo construimos desde cero. Tiene un motor original 427 side-oiler que restauramos nosotros mismos, y cada detalle se hizo muy por encima de la parte superior de acero inoxidable pernos para trenzado líneas. No se pasó nada por alto. Es potente, elegante y una pasada conducirlo. Me inclino más por los muscle cars antiguos: la potencia, el sonido, la sensación que transmiten en la carretera. Hago gran parte del trabajo yo mismo, sobre todo el práctico. Estoy en el garaje trabajando, aprendiendo y ensuciándome las manos, eso es lo que más me gusta. No se trata solo de tener el coche, sino de devolverlo a la vida, pieza a pieza. Por supuesto, también trabajo con gente con mucho talento cuando hay algo que quiero que se haga bien o cuando quiero aprender algo nuevo. Así que es un esfuerzo de equipo, pero estoy profundamente involucrado en cada paso. Para mí, restaurar coches tiene que ver tanto con el proceso como con el producto final en el que me paseo.
– ¿Qué podés decirnos de tu pasión por los libros? ¿Qué género preferís y cómo es tu colección?
– Los libros siempre han sido una parte importante de mi vida. Los colecciono desde que era niña y, con los años, se ha convertido en una gran pasión. Hoy tengo una colección de libros raros de unos 10.000 libros, desde primeras ediciones de clásicos como El mago de Oz, Winnie the Pooh o Alicia en el país de las maravillas hasta libros infantiles increíblemente raros del siglo XIX, libros de formas y hasta controvertidas piezas históricas que reflejan la época en que se hicieron. Lo que me atrae es el arte: las ilustraciones, las encuadernaciones y la historia que hay detrás de cada obra. Me gustan especialmente los libros con cromolitografías, pop-ups y técnicas de impresión únicas. Mi colección incluye obras de ilustradores famosos como Denslow, Arthur Rackham y Kate Greenaway, además de un juego casi completo de la serie original de 40 libros de Oz, que he pasado años buscando. Me inclino por la literatura infantil, no sólo por la nostalgia, sino porque contiene esa mezcla mágica de capricho, verdad y fantasía. Es como tener en las manos un trozo del pasado. Para mí, coleccionar no es una cuestión de valor, sino de preservar historias que merecen ser recordadas.
– Ganaste tu primera medalla a los 17 años. Pasó el tiempo y formaste una familia. ¿Cómo fue compaginar su papel de atleta con el de madre?
– Compaginar la competición de élite con la maternidad es una de las cosas más difíciles y gratificantes que he hecho nunca. Cambia completamente tu perspectiva. Como madre, tu tiempo ya no es tuyo. Y todo pasa a consistir en encontrar el equilibrio entre perseguir tus sueños y estar ahí para tu hijo. Hubo muchos retos: noches sin dormir antes del entrenamiento, reorganización de horarios, aprender a estar plenamente presente en ambos mundos. Pero también me dio una fuerza increíble. Convertirme en madre añadió un propósito más profundo a todo lo que hago. Ya no tiro solo para mí. Me permite mostrarle a mi hijo lo que significa trabajar duro, dedicarse y no rendirse nunca, sin importar lo que la vida te depare. No siempre es fácil, pero vale la pena. Y estoy orgullosa de demostrar que se puede ser madre y campeona a la vez.
– En el perfil de las redes sociales hablas de “construir un legado”. ¿Cuál sería el mejor legado que podría dejar tu carrera?
– Cuando hablo de construir un legado, no hablo de medallas en una estantería, hablo de marcar la diferencia. Quiero que mi legado consista en proteger el futuro del deporte que amo, defender a los atletas cuando más importaba, y nunca renunciar a lo que es correcto, incluso aunque no sea fácil o popular. Quiero que se me recuerde como alguien que abrió puertas a los demás, que luchó por la justicia y que ayudó a trazar un camino mejor para el deporte. Que ayudó a forjar un camino mejor para la próxima generación. Alguien que demostró que se puede ser feroz y compasivo, competitivo y con principios. He pasado mi carrera demostrando que la longevidad es posible, que la maternidad y el deporte de élite pueden coexistir y que las agallas importan más que la gloria. Si he contribuido a hacer avanzar el deporte, si he inspirado a otros a perseguir grandes sueños con integridad y corazón, ése es el legado que me enorgullece dejar.
– Participaste en 7 Juegos Olímpicos y anunciaste que vas a intentar competir en Los Ángeles 2028. ¿Cuántos capítulos le quedan a tu historia?
– Después de siete Olimpiadas, se podría pensar que estoy bajando el ritmo, pero la verdad es que todavía siento que tengo más que dar. LA28 es algo personal. Crecí en California. Aquí encontré este deporte. Para competir delante de mi público, con mi familia en las gradas y mi hijo lo bastante mayor para entender lo que significa, sería un sueño hecho realidad. En este momento de mi carrera, ya no se trata sólo de medallas. Se trata de significado. Se trata de terminar fuerte, de usar mi voz y de proteger la integridad de un deporte que me lo ha dado todo. Quiero demostrar al mundo que la pasión no se desvanece con el tiempo, sino que se profundiza. ¿Cuántos capítulos quedan? Los que hagan falta para contar la historia completa, no solo la atleta que fui, sino la defensora, la madre, la luchadora y la líder en que me he convertido. Quizá ese sea el capítulo más importante de todos, el que todavía se está escribiendo. Si mi historia inspira a alguien a coger una escopeta por primera vez, a defender algo en lo que cree o a creer que puede hacerlo, entonces el próximo capítulo no sólo me pertenecerá a mí. Nos pertenecerá a todos. Y si alguna vez has sentido curiosidad por este deporte, dale una oportunidad. Visita un campo de tiro local. Apúntate a clase para principiantes. Ve con un amigo. No tienes que ser perfecto, sólo tienes que estar abierto y dispuesto a intentarlo. Así es exactamente como mi viaje comienza.
– Ya que te gusta la literatura, ¿cómo titularías la historia de tu vida?
– Creo que la titularía “Un objetivo más”. Porque no importa cuántos objetivos haya alcanzado, siempre ha habido otro reto, otro propósito, otra razón para seguir adelante. Capta tanto el lado literal de mi deporte como la metáfora más profunda. La idea de que la vida sigue ofreciéndote oportunidades para crecer, para luchar, para apuntar más alto. No es una historia sobre la perfección. Es una historia sobre la persistencia. Sobre enamorarse del viaje, no sólo del destino. Y sobre encontrar tu voz en los momentos en que hubiera sido más fácil permanecer en silencio. Para mí, un objetivo más no es solo un título, es una mentalidad. Es cómo vivo, cómo compito y cómo dirijo.
– Para terminar, me gustaría saber cómo fue la visita a Buenos Aires y que fue lo que más te deslumbró
– Buenos Aires siempre ocupará un lugar especial en mi corazón. La primera vez que competí allí fue en 1995 en los Juegos Panamericanos, y volver todos estos años después para ganar la Copa del Mundo fue como cerrar el círculo. La ciudad tiene un espíritu único, lleno de pasión, historia y una energía inolvidable. Esta reciente visita fue increíble. La gente era cálida, acogedora y llena de orgullo. El ambiente durante la competición era electrizante. Y entre la comida, la cultura y la impresionante arquitectura, me recordaron por qué me encanta viajar por América Latina. He tenido la suerte de competir en muchos países de esta región, y el apoyo que he sentido a lo largo de los años ha significado un mundo para mí. La pasión, la hospitalidad, la forma en que la gente te hace sentir parte de su familia, es algo que nunca olvidaré. Estoy muy agradecida por cada alegría, cada palabra amable y cada recuerdo que he creado aquí. Y no puedo esperar para volver.